dimarts, 7 de febrer del 2017

Estudi del Senat sobre els riscos de l’ús de la xarxa per part dels menors

Reproduïm l'article que es va publicar a Fapelnews número 21 


Signat per Fapel


El 15 de octubre de 2014, el Ple del Senat aprovà l’informe elaborat per la Ponència conjunta d’estudi sobre els riscos derivats de l'ús de la xarxa per part dels menors. Josep Manuel Prats, president de la Fapel, va ser convocat per presentar-se davant de la Ponència i aportar la visió dels pares i mares pel que fa a aquest repte, cada cop més present a la vida dels menors.

El president de la Fapel va exposar els següents arguments, entre d’altres:

“Las redes sociales están y estarán. Como dice el latiguillo que habrán oído sus señorías ya muchas veces: han venido para quedarse. Pero no solamente eso, sino que evolucionan rápidamente, se adaptan e insertan y quedan imbricadas en nuestra persona porque nosotros, los usuarios, somos quienes las configuramos. Somos el contenido. Y estamos solamente al principio.

Y son unas herramientas buenas, un medio estupendo para poder realizar un sinfín de cosas que habíamos pensado, ideado o imaginado pero nunca habíamos podido realizar. Todos los sectores se han visto sacudidos, y beneficiados, por la incorporación de la ciencia y la tecnología. Se ha potenciado la labor de creativos y emprendedores, de educadores, de las fuerzas de seguridad, de las administraciones, de innovadores que han implantado ideas en beneficio de la sociedad. Es maravilloso...

Las TIC (tecnologías de la información y la comunicación), las TAC (tecnologías del aprendizaje) y las TEP (tecnologías del empoderamiento y la participación) se han extendido y enraizado a una velocidad y una profundidad de vértigo. Y la velocidad de los cambios que impactan tan profundamente en la persona y sus relaciones son complejos de asumir y de incorporar. Tendremos estudios dentro de unos años acerca de este impacto y de sus consecuencias.

La capacidad de influencia de estas redes es espectacular. Jamás habíamos pensado en la posibilidad actual de comunicarnos tanto individual como masivamente, en privado y en público, y hacer llegar nuestras ideas a una persona, a miles o a millones. ¿Han visitado las webs de algunos youtubers? Su popularidad y el modelo de negocio que han generado han sido una revolución. Aunque algunos de ellos, quizás en demasiadas ocasiones, sólo digan tonterías y aporten un valor escaso, otros no, y pienso en el impacto de poder seguir las conferencias del TED, o bien las clases magistrales de profesores del MIT o de Harvard... Una quimera hace pocos años”.

Més tard, va afegir:

“Les propongo hacer un ejercicio teórico, solamente un momento; un planteamiento maximalista y poco realista. A veces, imaginar ciertos escenarios puede aclararnos las ideas: supongamos que los menores no estuvieran presentes en la red; muchos delitos asociados a sus conductas, fundamentalmente el ciberacoso, o a las de terceros relacionadas con ellos, como las que se han citado en otras comparecencias y que nos horrorizan a todos, no se producirían, o apenas... Si no existieran los límites y las normas (recordemos que los menores suelen ser personas en proceso de formación), probablemente los problemas se multiplicarían por el número de usuarios e interacciones.

A mí, y creo que a todos, nos gustaría que nuestros hijos pudieran circular por las redes con tranquilidad, libertad y seguridad. Y responsabilidad... Pero las conductas de algunos usuarios lo impiden...

Y si lo que tenemos dentro, en nuestro cerebro y en nuestro corazón, no nos ayuda a pensar en lo correcto para los demás y para nosotros mismos, actuaremos erróneamente, sea digital o analógicamente, de forma presencial o a distancia, con un chip o con un palo...

¿Es un riesgo conducir mientras se habla por teléfono? Prohibámoslo (a ver cuándo prohíben hablar con el copiloto).

¿Es un riesgo tener armas de fuego? Regulémoslo.

¿Es un riesgo que los menores estén en la red? ¡Eduquémosles!

Propongo estos ejemplos de prohibición, regulación y educación, porque creo que son los estadios que han venido sufriendo muchas de las innovaciones de la humanidad.

Primero las prohibimos, luego las regulamos y finalmente optamos por dar formación, porque hemos estimado ambos estadios previos como insuficientes.

A prohibir ya no estamos a tiempo. Los menores ya están en la red y la dominan.
La regulación entraña una gran complejidad: distintos estados, distintas regulaciones, distintas culturas y sensibilidades... y también distintos intereses, especialmente de las grandes empresas y corporaciones tecnológicas y mediáticas. En este sentido, en mi calidad de miembro del Consejo Directivo de la European Parents Association (EPA) puedo aportarles que tenemos problemas para establecer una posición común acerca de este tema, porque mi colega holandés tiene una perspectiva, una experiencia y una cultura distintas del representante italiano, la visión húngara es distinta de la francesa o la danesa, etc. Yo les estoy contando la mía, que es un mínimo común denominador de todos mis colegas de la EPA: familia, educación, acompañamiento, libertad y responsabilidad.

Por eso la oportunidad está en la educación, en la formación de los padres y en un marco de referencia (antes se llamaban principios), sólido y reconocido por la cultura europea, que es donde estamos. Y en un entorno de libertad, donde cada familia pueda educar a sus hijos e hijas como crea conveniente, según sus propias convicciones, como establece nuestra Constitución en el artículo 27 y, teóricamente, deberían respetar todas las leyes educativas. Y yo añadiría, en igualdad de condiciones...

Los expertos en comunicación ya han escrito, y más que escribirán, acerca de la potencia de la red, de las maravillas de las herramientas TIC, TAC y TEP, pero nos falta conocer las consecuencias de haber puesto estas herramientas en manos de niños y adolescentes menores en proceso de formación. Como sociedad somos capaces de ejecutar los proyectos más vastos para protegerles en algunos ámbitos, como el de la salud, porque los menores son un bien digno de protección y, si me permiten la expresión economicista, “un bien escaso”. Y también nos esmeramos en otros programas, normas, reglamentos, etc. que tienden a su protección en un mundo físico que los adultos conocemos bien y, por tanto, sabemos adelantarnos a los acontecimientos. Pero nos limitamos a eso, y por otra parte (yo creo que mayoritariamente por inconsciencia, por ignorancia, o por simple esnobismo) les permitimos acceder a información, recursos, contenidos y herramientas que gestionan con muy poco criterio. ¡No son culpables! Son menores en fase de formación.

En paralelo, ustedes y yo, como padres o madres, seguiremos acompañando (eso espero) a nuestro hijo de 5 ó 6 años a comprar el pan, le indicaremos los cruces, los peligros, la educación con la que debe pedir el pan, pagar y estar atento al cambio, decir buenos días o buenas tardes, hola y adiós, que no se pare a hablar con desconocidos... Pero deberíamos ser un poco más coherentes... porque resulta que luego les dejamos abrir una cuenta en Facebook, ya que ni siquiera sabemos (¡o quizás sí!) que Facebook no permite hacerlo a menores de 14 años y por lo tanto les “obliga” a mentir. Y accederán a personas y contenidos que jamás nos encontraríamos camino de la panadería.

¿Para qué utilizan los menores las redes? Parece que para comunicarse, eso es obvio... y algo aparentemente tan sencillo como la comunicación humana tiene una complejidad extraordinaria que requiere un proceso de aprendizaje y maduración.

Me decía un experto en comunicación y redes que para poder crear contenidos y mensajes eficientes no es necesaria la tecnología. Es suficiente con haber desarrollado previamente cuatro hábitos esenciales: a) reconocer las fuentes de información; b) leerlas y contrastarlas; c) tener la capacidad de escribir con el objetivo de hacer abstracciones; y d) tener la facultad de dialogar una vez confrontados dos mensajes.

Y hoy, eso hay que hacerlo en 140 caracteres...

¿Y cómo andamos de lectura, comprensión lectora y expresión escrita en España? Pues basta con echar un vistazo a los informes PISA para ver que hemos perdido el tiempo en nuestro sistema educativo. De los cuatro hábitos esenciales citados antes, en general nuestros chicos y chicas adolecen gravemente de dos... y es evidente que la comunicación se hace muy difícil sin ellos. Y solamente estamos hablando de nuestras lenguas maternas (castellano, catalán, gallego y euskera), así que obviaré el tema del inglés.

Y si nos saltamos el primer paso, dejamos de interiorizar el conocimiento teórico. Entonces abordamos la tecnología huérfanos, además de analfabetos. Y aparece la gran agresividad en los mensajes y expresiones, porque no se domina lo esencial, no se hace un proceso intelectual y expresamos una idea sin sustrato. Y eso sucede en las redes sociales y en la mayoría de casos de acoso o ciberacoso.

Todo esto no sería tan peligroso si no existiera una grave brecha entre los padres (y educadores) y los hijos (y alumnos). La formación en la familia y en el colegio son aspectos fundamentales para ello, para generar un entorno, una cultura de la relación o una cultura de la conducta. Pero el absentismo de los chicos en la escuela y en casa es de escándalo; y es un absentismo mental, no físico. Puede que estén en el aula, en su habitación, en el salón o, en el mejor de los casos, comiendo en familia, pero tienen su cabeza y su corazón en otra parte, en algo que les engancha, les sobreestimula, porque allí pueden ser alguien...

Creo que ya lo conocerán, pero fue muy ilustrativa para mí la lectura, ya en 1999, de un libro muy interesante: «Homo Videns», de Giovanni Sartori. Este politólogo italiano, premio Príncipe de Asturias 2005, analizaba ya entonces el impacto de la sociedad audiovisual (las redes sociales no existían), en la educación de las personas y en la política. Creo que debería formar parte de los documentos de esta ponencia de estudio, si no lo es ya.

Muchos padres ni entienden ni quieren entender que las redes sociales serán la forma de organizarnos en un futuro, que es casi presente: relacionarnos, gestionar personas y grupos, comprar, informarnos, identificar y evaluar soluciones para el trabajo o la vida personal, etc. Muchos de ellos dicen que son una pérdida de tiempo. Y los que las utilizan no han invertido ni un minuto en decodificar con sus hijos el uso de esta tecnología. Les propongo que se den una vuelta por los tweets o las cuentas de Instagram de menores, niños y adolescentes, y verán qué contenidos vierten, qué comunicación construyen. Lo bueno de cuando ustedes y yo teníamos esa edad era que nuestras conversaciones y tonterías quedaban en el aire. Hoy quedan en la red para siempre. Todavía no hay un derecho al olvido, como hemos gozado ustedes y yo. Y a lo mejor habría que exigirlo para los menores de edad...

Por un lado tenemos a los padres despreocupados de una realidad de futuro, quizás por desidia, ignorancia o pereza; por el otro, una sociedad sin conocimientos de las reglas básicas de comunicación, utilizando unos recursos que ella misma aún debe definir.

El problema no es que estamos dando a nuestros hijos un vehículo de potente cilindrada. El problema es que no les estamos explicando nada sobre ello. Lo vemos en las competiciones, por ejemplo, de MotoGP: adolescentes que van a 300 km/h y, a pesar de que se caen muchas veces, se levantan de nuevo. Porque saben perfectamente qué están haciendo, y lo saben porque alguien les ha explicado POR QUÉ, PARA QUÉ, QUÉ y CÓMO, sus riesgos y, sobre todo, que es una herramienta para ganar carreras, no para hacer daño a nadie.

En otras palabras, el principal problema no es “mi hijo pasa muchas horas ante el ordenador o el teléfono”. El problema es que “no sé qué hace, ni por qué lo hace, ni cómo lo hace”... pero sobre todo, “para qué lo hace”.

Los padres debemos comprometernos con nuestros hijos. Pero no sobre si debe tener el ordenador en el salón o sobre unas horas determinadas de uso... Compromiso en educarles y en apoyarnos en sus educadores, aquellos que deberíamos haber elegido: maestros y profesores, monitores o entrenadores deportivos, gestores de tiempo libre... Son nuestra responsabilidad. Y podemos esforzarnos mucho para tener una economía muy saneada y potente, pero si educamos inútiles emocionales, una sociedad no tira, no progresa.

Los padres, una vez informados, debemos pasar al estado de conciencia y compromiso. Tres motivos para renunciar a ello serían la pereza, el miedo o la ignorancia. Todo ello es más o menos vencible con formación.

Por ejemplo: es importante saber que nuestros hijos menores están en proceso de educación. Y parece evidente que quienes deben haber influido más en sus hijos son los padres y los educadores que los padres han elegido, bajo el ejercicio de su responsabilidad como primeros educadores...
Pero, ¿realmente somos conscientes de que todo educa a una persona en proceso de educación? Parece que los expertos en marketing y ventas sí lo saben, y ellos no pierden el tiempo. Una máxima que utilizan las industrias de los medios de comunicación y las redes sociales para tener claro cómo influirles: si pagas por ello, eres el cliente; si no pagas por ello, eres el producto. Y nuestros menores (y los mayores también) se están convirtiendo en el producto de las redes sociales, con o sin nuestro consentimiento, el de los padres y de todos los fantásticos defensores de los derechos del niño, que a veces parece que solamente existan para enfrentar a padres e hijos. Y eso no les ha preocupado demasiado.

Nuestros hijos, sus hijos también, se convierten en el contenido, en el producto que aporta valor económico a esa red social o herramienta Web 2.0. Pero ni usted ni yo veremos siquiera un céntimo de ello, más bien al contrario: le habremos cedido la imagen, nuestra y de nuestros hijos, sin limitación alguna y sin el derecho al olvido.

Como he establecido en mi exposición alrededor de una idea, me permito sugerir a sus señorías alguna propuesta concreta, que podría ayudar en algo a quienes nos preocupa el futuro de nuestro país:

1.- Educar requiere tiempo. Los padres y madres necesitamos más tiempo para educar, para estar con nuestros hijos y para formarnos. Escuchen y apoyen cuanto dice la Comisión Nacional para la Racionalización de los Horarios en España. Necesitamos tiempo para conciliar el trabajo y la familia. Hay soluciones para conseguirlo.
Abramos la mente y no nos instalemos en la frase “toda la vida se ha hecho así” porque, además de que no es cierto, hacer siempre lo mismo garantiza los mismos resultados.

2.- Educar requiere saber qué se está haciendo, por qué y para qué. Los padres y madres necesitamos información y muchísima formación. Ya tenemos algo de sentido común, pero se nos olvida. Y lo más fácil es que se nos apoye desde dos frentes: la televisión y la escuela. Utilicémoslos para mejorar nuestra sociedad.
Promuevan y sugieran a los gobiernos acciones basadas en la familia y en la educación; tendremos personas mejores (mejores personas) y, en consecuencia, una sociedad más culta, más respetuosa y más solidaria. Nunca funciona al revés.

3.- Familia y escuela son la tercera clave. Es en las escuelas donde las familias nos debemos sentir comprometidos con los maestros, y en positivo, para que ellos nos ayuden a educar a nuestros hijos. Esto conlleva una derivada lógica: si como familia hemos elegido un colegio, nuestro compromiso aumenta y se puede consolidar. Ayudar a las AMPA y los colegios a dar formación a los padres; pero no solamente en TIC, TAC y TEP, sino para educar mejor a nuestros hijos, que son lo importante.

Es tan simple como que cada uno de los que estamos aquí hagamos una lista de cómo querríamos que fueran (o que son ya) nuestros hijos al llegar a su edad adulta.

Estoy convencido de que en esta lista aparecerá en primer lugar una larga retahíla de valores y virtudes. Seguro que hacia el final veremos los aspectos materiales o instrumentales que hacen la vida fácil, segura y confortable: idiomas, trabajo, bienes...

Pero su felicidad y la de la sociedad está en la primera parte de la lista y es ahí donde los padres debemos concentrar nuestros esfuerzos: tiempo de familia, educación y formación.

¿Recuerdan aquellos antiguos anuncios de electrodomésticos? Nos aseguraban que la incorporación de los avances científicos y tecnológicos al hogar nos dejaría más tiempo disponible para nuestros hijos y cónyuges, y tiempo propio para nuestras aficiones y para “cultivar el espíritu”... Pero parece que lo hemos sabido gestionar muy mal, porque nuestra vida está llena de cosas que nos ahorran tiempo, pero cada vez tenemos menos, y encima tendemos a dedicarlo a lo que no es importante. Me han llamado para hablar sobre los riesgos derivados del uso de la red por parte de los menores, y parece que he preferido hablar de qué debemos hacer en el estadio anterior: la educación de la familia del menor y la educación del propio menor.

Y es que el problema de la red no es, desde mi punto de vista, tecnológico, sino humano y por lo tanto educativo. Y es por ello que hablamos mucho de riesgos y muy poco de oportunidades. Si educamos bien (a la familia, en familia), tendremos oportunidades. Si no lo hacemos, todo serán riesgos.

Y, si me permiten, el coste es muchísimo mayor si solamente asumimos los riesgos, en lugar de incidir en la educación, que nos da oportunidades.

Necesitamos TIEMPO para los hijos y para los padres: HORARIOS.

Para EDUCAR a los hijos necesitamos FORMACIÓN para a los padres y COLABORAR con el colegio que libremente hayamos ELEGIDO.

Internet y las redes sociales mejorarán si mejoramos a las personas que las utilizan, y a la vez mejorarán también las conductas humanas. Alguna vez me han dicho que mi discurso no es realista, que es muy difícil cambiar. Lo que es seguro es que tal como estamos haciendo las cosas hasta la fecha no vamos bien, pero como decimos en mi tierra: “De mica en mica, s’omple la pica”, de forma parecida al refrán castellano “El comer y el rascar, todo es empezar”.

La brecha digital se está abriendo entre nosotros y la sociedad del futuro, porque muchos padres de este país no saben cómo meterse dentro de este partido. Y este partido, señorías, se está jugando hoy mismo.

Las administraciones tienen una gran capacidad operativa y de influencia. Y les cito un buen ejemplo: les animo a entrar en la web Família i Escola (familia y escuela), de la Generalitat de Catalunya. No conozco, si la hay, otra iniciativa desde una administración pública con tanto contenido y con tanto sentido común. Hay muchas seguramente en el sector privado, porque quizás somos más conscientes de lo que nos jugamos, pero no tenemos el poder de las administraciones para incidir.

Realicen en nuestro nombre estas recomendaciones para mejorar la sociedad. Estamos convencidos de que la clave está en incidir en los aspectos esenciales siguientes:

Cambiar los horarios para (1) fomentar el tiempo de familia y así (2) facilitar la formación de los padres y madres a través de AMPA y colegios, (3) facilitar la libre elección de centro educativo y (4) fomentar la relación, buena y estructurada, entre la familia y el maestro”.

Els senadors han escoltat 19 càrrecs de l’Administració, polítics, administradors, científics, universitaris, membres de les forces de seguretat, organitzacions internacionals... i 34 experts diferents en els àmbits de la tecnologia, l'educació, la seguretat, etc.


Aquest estudi va finalitzar el passat 3 d'octubre amb la publicació d'un informe, extens i exhaustiu, sobre aquest tema, que es pot trobar sencer a http://goo.gl/LTm572

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